Berto Romero sigue con nosotros

Ayer se estrenó en Madrid el espectáculo Berto Romero sigue con nosotros, en Teatro de la Luz Philips Gran Vía. Tras pasar exitosamente por distintas ciudades de España, por fin recala en la capital durante unas semanas.

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Berto Romero no necesita presentación. No porque no la merezca, sino porque es de sobra conocido. Esto es un arma de doble filo, porque cuando uno va a un espectáculo de Berto Romero tiene las expectativas bien altas, aunque solo sea porque verle en televisión es gratis (ahora ya no tanto) y en un teatro hay que pagar entrada. Pero las cumple, y bien cumplidas.

El monólogo comienza con una proyección en la que se hace un falso biopic (en el que se rescatan imágenes reales de actuaciones suyas, pero se entremezcan con cómicos testimonios falsos y escenas creadas para la ocasión) para ponernos en contexto. Tras hablar de su meteórico ascenso en el mundo de la fama, se nos cuenta que su personalidad prepotente le llevó al fracaso y ahora vuelve a los escenarios. Esta proyección, en realidad, no tiene nada que ver con lo que vamos a ver después, pero es tremendamente graciosa (sobre todo lo relativo a cómo se organizaba su familia para darle palizas cuando era niño, con el testimonio de su madre) y permite que cuando Berto sale al escenario el público ya está riendo y más predispuesto aún a rendirse ante su peculiar humor.

Berto Romero sigue entre nosotros es un stand-up comedy, Desde que sale al escenario Berto se pone a hablar de distintos temas: los hijos, la familia, los genitales, el amor… y también habla de su nariz, que ahí está. Todo ello con su estilo personal, en el que puede decir las burradas más grandes e incluso interactuar con el público (pero sin sacarlo al escenario, porque «no soy un puto mago»), sin llegar al mal gusto zafio de otros cómicos. Es capaz de encadenar metáforas sobre la penetración anal durante varios minutos, o incluso hacer un monólogo sobre las diferencias entre penes y vaginas, sin caer en lo soez. Bueno: no es que sea capaz, es que lo hace en este espectáculo. Por eso no es recomendable ir con niños… ni con perritos yorkshire.

Aunque se trate de un one-man-show, Berto no está solo en el escenario, ya que le acompaña Iván Lagarto a la guitarra. Ambos interactúan (e incluso discuten) para deleite del público, y sobre todo ejecutan varios temas musicales a cual más descacharrante. Tal vez tengas claro quién es Berto, pero no terminas de ubicar a Iván Lagarto. Bien, pues El Lagarto es el artífice de vídeos virales que seguro habrás visto en distintos programas de televisión (especialmente autotunes con famosos y sobre todo políticos). El día que descubrí su canal de Youtube perdí toda la tarde. En este sentido hay que señalar el acierto de complementar los momentos musicales con proyecciones especialmente hechas para la ocasión, y especialmente la del tema Te quiero normal.

Poco más puedo decir. Como ya comenté al principio, Berto Romero es de sobra conocido, y cualquier cosa que añada solo serían spoilers innecesarios, porque la gracia es verlo en directo. Si no estás muerto, Berto Romero te hará reir. Resulta imposible no caer en la carcajada. Por supuesto, como dice Berto al inicio del espectáculo, no es algo que cuando salgas del teatro pienses que te ha cambiado la vida. Pero te vas a reir, y mucho.

Si te gustan los monólogos, Berto Romero sigue con nosotros es una excelente elección. En Teatro de la Luz Philips Gran Vía hasta el 18 de marzo.

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