De nuevo se oyen los gritos en el desierto

Relato enviado por Marisa Gea para la convocatoria «Historias de la nueva normalidad».

Íbamos a concentrarnos. Este año no se podía hacer una manifestación al uso, para recordar ese fatídico día, 14 de noviembre de 1975, cuando la provincia numero 53 de España se iba a vender a dos países africanos sin contar con sus habitantes. Íbamos a organizar una concentración pequeña y solidaria, guardando las distancias apropiadas para no contagiarnos de nada. Pero llega otra nueva injerencia del ocupante, del vecino marroquí queriendo utilizar un paso y poder esquilmar recursos en el Sahara para su propio desarrollo económico sin tener en cuenta a sus dueños. Otra vez, de nuevo, contra el acuerdo de PAZ firmado hace treinta años. 

Íbamos a protestar ante el Ministerio de Asuntos Exteriores de España, en Madrid, para  recordar  que  los saharauis llevan ya demasiado tiempo esperando una solución a su causa. Que los jóvenes están dispuestos a todo por su pueblo, por su tierra, la de verdad, la que vio nacer a sus abuelos y de la que podrían vivir, accediendo a la costa y a sus recursos pesqueros. Podrían vivir, con los frutos  que les da su tierra y de la que se aprovechan otros. Podrían vivir y desarrollarse  como pueblo, y reunirse familias que llevan demasiados años separadas por otro muro de vergüenza. Íbamos a recordarles eso a nuestros políticos. A la sociedad entera.

Estábamos preparando una pequeña y simbólica protesta, como hacían ellos ante el paso que les quitan, ante la osadía de la fuerza y la ausencia de los observadores internacionales que velan por la PAZ en la zona norte de África. Que deberían asegurar que se cumplan las resoluciones acordadas tras la guerra. Pero nada, les dejan solos de nuevo en medio de la arena del desierto.  

Pero queremos decirles en medio de sus gritos, que no les dejamos. Que estamos con ellos. Que somos muchos los que llevamos exigiendo a los gobiernos sucesivos de nuestro país que se encarguen de este asunto espinoso que no se ha resuelto. Que se  acuerden que los saharauis fueron españoles también y somos potencia administrativa de su tierra, que deben descolonizar el Sáhara para que vivan en ella sus legítimos dueños. Que lo que hicieron no fue justo y deben rectificar por el bien de la Humanidad y por la Justicia Universal. Que les queremos, que son nuestros hermanos y no sirve de mucho que año tras años traigamos a sus hijos a nuestras casas y les demos un  caramelito y luego les devolvamos de nuevo a la cruda realidad de su existencia. Que ya basta de tanto paripé. Que sean capaces de hacer ese dichoso referéndum de una vez y que nos dejemos de limosnas de las que se cansan, Que quieren valerse por sí mismos. Que tienen derecho, como cada pueblo a vivir de sus recursos y organizarse como sepan y como puedan. Que nosotros les ayudaremos, si nos necesitan, pero no les pongamos más piedras en el camino.

Íbamos a estar un rato con ellos, como cada año para que no se sintieran solos en esta  fatal onomástica. Pero ahora tendremos que lamentar las bajas de nuestros hijos, porque sus hijos han estado en nuestras casas y les queremos. Porque son parte de nosotros y les necesitamos, como ellos a nosotros, porque somos uno, hijos de la Tierra que amamos. De la que tienen derecho a tener un espacio, como todos, que no deben estar de prestado. Que ya basta de mirar para otro lado.

Entre sus gritos queremos que oigan nuestros lamentos y se sientan acompañados y exigimos al gobierno que tome las riendas en sus manos de este asunto que le sangra entre los dedos, demasiados años.