Long Play: 50 años de pop, house y noches icónicas en Chueca

Long Play: 50 años de pop, house y noches icónicas en Chueca

En una ciudad donde cada noche parece tener su propio mapa, sus propias reglas y su propia banda sonora, hay lugares que no solo han sobrevivido al paso del tiempo, sino que lo han transformado. Long Play es uno de esos lugares. Con más de cincuenta años de historia, esta sala emblemática se ha convertido en una referencia indiscutible del ocio nocturno madrileño. No es una exageración: desde que abrió sus puertas en 1971, ha sido mucho más que una pista de baile.

Conocida por su vinculación con la escena musical pop y house, por su ubicación privilegiada junto a la plaza de Pedro Zerolo y por su fuerte conexión con el ambiente diverso y abierto de Chueca, Long Play es uno de esos pocos espacios que ha sabido conservar su identidad mientras se adaptaba a los nuevos tiempos. Hoy, recién renovada, sigue latiendo con la misma energía que la vio nacer, y lo hace como si supiera que aún le quedan muchas noches por vivir.

Medio siglo acompañando la noche de Madrid

El año 1971 parece ya muy lejano. Era una España distinta, una ciudad distinta. Pero incluso entonces, Long Play entendió algo que sigue siendo cierto hoy: la gente necesita lugares donde expresarse, bailar, conectar y sentirse libre. Desde entonces, esta sala ha sido testigo privilegiado de generaciones de madrileños —y no solo madrileños— que encontraron en ella un refugio sonoro, un rincón donde la fiesta no tiene etiquetas ni horarios rígidos.

A lo largo de cinco décadas, ha visto pasar estilos musicales, cambios sociales, modas, revoluciones y regresos. Y lo ha hecho sin dejar de ser relevante, manteniendo esa cualidad casi mágica de estar siempre en sintonía con su público. Pocos espacios de ocio en Madrid pueden presumir de semejante constancia.

Renovarse sin perder su esencia

En su última renovación, Long Play ha optado por lo que muchos no se atreven: actualizarse respetando su historia. En tiempos en los que lo nuevo muchas veces borra lo anterior, aquí se ha optado por conservar el alma del lugar. La cabina de DJ sigue siendo el centro neurálgico de la sala, rodeada de una pista amplia que invita a moverse sin freno. El sistema de sonido ha mejorado, la estética es más limpia y moderna, pero el espíritu es el mismo: fiesta, comunidad y música como motor.

La propuesta musical se mantiene firme en lo que siempre ha funcionado: una combinación enérgica de pop bailable y house vibrante, con sesiones que no descansan hasta bien entrada la madrugada. Las copas, además, siguen siendo asequibles, un detalle no menor en una ciudad donde los precios pueden ser un freno para salir.

En este contexto, Long Play sigue destacando como una discoteca en el centro de Madrid que no ha perdido el contacto con su gente, ni con la calle, ni con el pulso real de la noche. Su cercanía a la plaza Pedro Zerolo, punto de encuentro y símbolo de la diversidad madrileña, no es casual. Forma parte de la misma lógica que hace de este lugar algo más que un sitio para tomar algo o bailar. Es una experiencia que arranca desde que uno llega al barrio.

Foto: Discoteca Long Play

Un espacio emblemático en la vida de Chueca

Hablar de Long Play es hablar de Chueca, pero también es hablar de lo que este barrio ha significado y sigue significando para la ciudad. La sala está situada en una de las zonas más activas de Madrid, en pleno corazón del barrio más diverso e inclusivo de la capital. Justo al lado de la plaza Pedro Zerolo, y a unos pasos de todo, esta discoteca lleva décadas siendo un punto de referencia para la comunidad LGTBIQ+, para quienes salen a bailar, y para quienes simplemente buscan una noche con alma.

Es aquí donde Long Play cobra todo su sentido como discoteca gay en Chueca, aunque su ambiente siempre ha sido abierto y plural. No importa la edad, la orientación, el estilo o el origen: lo importante es la actitud, las ganas de divertirse y el respeto mutuo. La diversidad del público que llena la pista cada fin de semana habla por sí sola. Y eso, en un entorno cada vez más homogéneo, no es poca cosa.

La música como lenguaje común

En Long Play, la música no es un fondo: es el motor de todo. Las sesiones de DJ, cuidadas y variadas, combinan grandes éxitos del pop —esos que todo el mundo canta sin darse cuenta— con temas de house que elevan la energía de la sala. Hay una intención clara de construir una narrativa sonora, de crear momentos que se recuerden, de ofrecer algo más que una playlist cualquiera.

A esto se suma una programación que incluye noches temáticas, fiestas dedicadas a la comunidad, y sesiones especiales donde el diseño del evento es tan importante como la selección musical. Aquí no se improvisa: cada noche tiene su identidad, su personalidad y su historia. Y aunque se puede ir cualquier día de la semana, hay algo especial en esas noches de viernes o sábado donde el local se llena y el ritmo se apodera de todo.

La pista como espacio compartido

Pocas salas en Madrid han sabido construir un sentido de comunidad tan fuerte como el de Long Play. Desde siempre, su pista ha sido mucho más que un lugar para moverse: es un espacio de encuentro, de mezcla, de conexión. En ella se cruzan historias, se hacen amigos, se ligan amores fugaces y se bailan frustraciones. La música y la atmósfera hacen posible algo que no siempre se da: un ambiente libre de prejuicios, donde todo el mundo puede ser quien es sin pedir permiso.

Este enfoque inclusivo no es solo parte del encanto del local, sino también de su relevancia cultural. Porque Long Play no es una sala que se limite a poner música y vender copas. Es un lugar con historia, con peso, con impacto real en el tejido social del barrio. Un actor clave en la vida nocturna de Chueca, y por extensión, en la identidad nocturna de Madrid.

Un clásico que no se agota

Con más de cincuenta años a sus espaldas, Long Play no es solo parte del pasado de Madrid: es también parte activa de su presente. Ha conseguido lo que muy pocos logran en el sector del ocio nocturno: seguir siendo relevante sin perder autenticidad. Quizás porque nunca ha dejado de escuchar a su público. Quizás porque nunca ha querido ser otra cosa que lo que es: un lugar para bailar, para encontrarse, para dejarse llevar.

Y en un tiempo donde la oferta de ocio puede parecer infinita pero muchas veces falta de alma, volver a Long Play es como regresar a un sitio conocido, aunque sea la primera vez. Es entrar en una sala que ha visto pasar generaciones y que, sin embargo, sigue viva como el primer día. Es formar parte de una historia que se sigue escribiendo a cada paso en la pista.

Bailar donde todo empezó

Si se buscan razones para ir a Long Play, bastaría con una: aquí la noche se siente. Entre luces bajas, DJs que saben lo que hacen, y un ambiente que mezcla lo clásico con lo actual, es fácil entender por qué esta discoteca ha resistido cinco décadas sin perder un ápice de frescura.

Quien busque un lugar donde las copas no rompan el bolsillo, donde el ambiente sea tan diverso como acogedor, y donde la música no se limite a sonar, sino a vivirse, tiene en Long Play una apuesta segura. Es, sencillamente, una de esas experiencias que hay que vivir al menos una vez… y que luego se repiten sin pensarlo.