Por Valentina Calle. Relato seleccionado para el jueves, 14 de mayo de 2020, en el I Concurso de Microrrelatos «Hoy Madrid». Foto de Andre Benz en Unsplash.
Todos se han ido. Todos menos yo, que no tengo adonde ir. Esta vez me han atrapado, y en mi propia casa. Mi rutina sigue siendo la misma, pero, aun así, todo ha cambiado. Me levanto a la hora de siempre, aunque ya no me despierto con el ruido de la maquinaria en marcha ni de las pisadas frenéticas de la multitud. El silencio hace que los arcenes parezcan más largos. Para mantenerme en forma chapoteo en los charcos de los pasillos
de la línea tres, que ya nadie seca. A la hora del almuerzo, recurro a mis provisiones secretas porque, por primera vez, la basura escasea. Algunos días son más duros que otros, pero al menos los gatos ya no me molestan. El hambre me hace fantasear con los cables sueltos de la escalera mecánica: de lejos, parecen regalices. Tras la siesta, me paseo por Alonso Martínez para escuchar la melodía del saxofón envuelta en el eco de las paredes. Ahora paso las noches sola, acurrucada junto al panel de control. Su calor
me recuerda al de esas personas que tanto me asustaban. Si es que del confinamiento no nos libramos ni las ratas…