The Murder of Crows

La instalación The Murder of Crows parte de la necesidad y responsabilidad que tiene el Matadero como institución cultural de acercar la producción actual hacia las de siempre o nuevas audiencias, así como dar constancia del esfuerzo de todos los implicados en la industria cultural que se dedican al arte contemporáneo.

Reconozco que la primera vez que visité la instalación no me fue fácil entenderla; incluso la encontré inquietante. Me dediqué a recorrer la sala (quemada en el 2005 y así la han mantenido) mientras pensaba en lo que quería contarnos y cómo lo podía contar yo luego. Escribo sobre esto para transmitir una experiencia que no creo que tenga la oportunidad de hacer oralmente.

En el folleto de presentación te explican que el objetivo principal de la instalación es querer materializar el sonido. Para ello han creado un escenario donde, iluminado por una luz cenital, un megáfono activo, encima de una tarima, es el protagonista. Alrededor del escenario, sillas para el público. Te sientas y el sonido a escuchar es el graznido de los cuervos.

De cuervos

Algunxs pensarán que hay que tener mucho tiempo en esta vida para sentarte a escuchar cuervos, los protagonistas. De ser un pájaro que da mal augurio en la mitología, que forma parte del folclore y superstición de muchas culturas, hasta convertirse en mascota de escritores como Charles Dickens (le hizo aprender algunas palabras y eso gusto tanto a su amigo Poe que le llevó a escribir el poema El cuervo; poema para la posteridad al igual que el pájaro inspirador porque llegó a ser disecado por el propio Dickens).

En la altura los cuervos graznaban,
los deudos gemían en torno del muerto,
y las ondas airadas mezclaban
sus bramidos al triste concierto.

Algo había de irónico y rudo
en los ecos de tal sinfonía;
algo negro, fantástico y mudo
que del alma las cuerdas hería.

Bien pronto cesaron los fúnebres cantos,
esparcióse la turba curiosa,
acabaron gemidos y llantos
y dejaron al muerto en su fosa.

Tan sólo a lo lejos, rasgando la bruma,
del negro estandarte las orlas flotaron,
como flota en el aire la pluma
que al ave nocturna los vientos robaron.

En la altura los cuervos graznaban.
Rosalía de Castro.

De Van Gogh

Con este poema de Rosalía de Castro me viene a la memoria que el pasado 27 de marzo fue el Día Mundial del Teatro y, con ese recuerdo, le coloco, imaginariamente, a esta escenografía un telón de fondo. Y no uno cualquiera: el Campo de trigo con cuervos de Van Gogh. Lo hago para materializar el sonido, consiguiendo un sonido pintado. Y así continúo con la idea de la capacidad de creación de un sonido material, siendo consciente de que no es un planteamiento corriente; además dependiendo del día cambia, muta como un ser vivo.

Campo de trigo con cuervos, de Vincent Van Gogh. Van Gogh Museum, Amsterdam.

Hay poco dibujo. El pintor se expresa con colores contrastando con la oscuridad de la sala.

En el cuadro no hay paz. No hay segadores, solo grandes movimientos de viento que parecen bruscos, que hacen ondular los tallos de trigo. Pasar del extenso trigal al cielo borrascoso. Un cielo donde resaltan las bandadas de cuervos, de alas negras, que son atraídas durante la siega. Van Gogh extiende el color, el amarillo del sol, el azul del cielo y el color negro del cuervo con cuchillo, con furia.

Los cuervos expresan el estado de ánimo del pintor: trabajador desgraciado y asustado por la enfermedad. De hecho, cuando terminó el cuadro, dos días después, empezó a disparar a los cuervos con una pistola. Este cuadro es su testamento pictórico.

Para que brille un rayo de esperanza resalto las líneas de fuga del dibujo por donde escapan los cuervos: tres en el horizonte y dos líneas de fuga en embocadura.

De Goya y Valle Inclán. Pinturas negras y esperpento

Sigo sentada con mi juego teatral de desvirtuar lo que veo, tomando notas de todo ello y recordando a Valle Inclán (Luces de Bohemia. Escena XII). No porque sí. Es porque la misma instalación me da la idea por recurrir, lo cuentan en el folleto, al grabado de Francisco de Goya, con murciélagos y búhos revoloteando, en El sueño de la razón produce monstruos (1799). La unión de estos dos nombres es un emparejamiento, no una coincidencia. Un pintor y un dramaturgo que hicieron reflexiones demoledoras sobre el ser humano y que son tan actuales ahora mismo porque sus reflexiones siguen reverberando.  

El sueño de la razón produce monstruos, de Francisco de Goya. Museo del Prado.

MAX: Como te has convertido en buey, no podía reconocerte. Échame el aliento, ilustre buey del pesebre belenita. ¡Muge, Latino! Tú eres el cabestro, y si muges vendrá el Buey Apis. Lo torearemos.

DON LATINO: Me estás asustando. Debías dejar esa broma.

MAX: Los ultraístas son unos farsantes. El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato.

DON LATINO: ¡Estás completamente curda!

MAX: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.

DON LATINO: ¡Miau! ¡Te estás contagiando!

MAX: España es una deformación grotesca de la civilización europea.

DON LATINO: ¡Pudiera! Yo me inhibo.

MAX: Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.   DON LATINO: Conforme. Pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle del Gato.

MAX: Y a mí. La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta, Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas.

Luces de Bohemia, escena XII.
Valle Inclán.

Valle Inclán sintió, al igual que Goya, que vivía en un mundo que había perdido el rumbo. Unos espejos cóncavos colocados como diversión en el Callejón del Gato (Madrid, Siglo XIX) le dieron la luz para idear el esperpento. Con el término esperpento el dramaturgo define una categoría estética determinada, inaugura una nueva forma teatral y representa una visión deformada de la existencia humana. Un lúcido personaje como Max Estrella, al que su ceguera no le impide plasmar lo trágico y grotesco de la realidad de España y, en su significación más profunda, la condición humana.

De conclusiones finales

Sé que puede desconcertar el planteamiento, pero según pasas el tiempo en la sala, sentada, te das cuenta que te han creado un espacio para pensar: sobre la humanidad, su misterio, la incertidumbre, el destino final. Si no te iluminas por ti mismo en esta instalación, te puede ayudar la exposición de la sala de al lado Pacífika, carteles solidarios por Ucrania, las representaciones teatrales de las salas cercanas, el arte, su relato.

Todo este pensamiento he tenido que convertirlo en acción dramática, que pasen cosas… con ruido, ritmo, música, imágenes que imagino. Algo de gran altura que se transite con sencillez. De la confusión inicial por ser algo no convencional a primera vista, he intentado facilitarlo con Van Gogh que me ha proporcionado color y estado de ánimo; con Valle Inclán al que he recordado porque conoce el entramado teatral y a Goya ya le tenían en cuenta los comisarios.

Con la suficiente ambigüedad que da el título The Murder of Crows, en una instalación de paredes y columnas quemadas, con ese ruido o sonido de cuervos, no es difícil irse a Ucrania, a la quemada Sierra de la Culebra, a la inflación y a tantas cosas que no gustan… Al igual que van Gogh que alejaba el dolor convirtiéndolo en pintura, este sonido, algo que es difícil de exhibir y coleccionar, se hace exhibible. He aquí el debate y la contradicción interesante.

En el Matadero, me he tomado un tiempo para conjugar lo clásico (por conocido) y lo contemporáneo en el tema y en la realización. Este trabajo pertenece a nuestra cultura y, dentro de nuestra cultura actual, a un sector muy determinado de la misma. Hay que reconocerle el matiz particular que le permite desmarcarse del conjunto expositivo que hay ahora en Madrid.

La instalación está despojada de cualquier afeite, adorno, gesto gratuito y parecen nacer de la voluntad real, necesaria, vital, desesperada de cuestionarlo todo. Si además nos gusta la singularidad de la experiencia en vivo como seña de identidad podemos alcanzar el satori, el vislumbrar durante un instante un destello de consciencia total y absoluta.

No sé si con todo lo contado voy a hacer, a través de la instalación, más amable los avatares de la existencia. El arte siempre es exageración en algún sentido.


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