Vaga y Maleanta

La Ley de Vagos y Maleantes fue una ley española referente al tratamiento de vagabundos, nómadas, proxenetas u otros comportamientos considerados antisociales y que fue modificada por la dictadura franquista, el 15 de julio de 1954, para reprimir también a los homosexuales. Podía ser utilizada a placer para la represión de las personas o para sancionar comportamientos que, sin ser motivo de delito, eran poco adecuados o mal vistos por la sociedad. Algunas de las medidas que se incluían eran, por ejemplo, la expulsión de un determinado lugar; la imposición a residir donde el juez decidiese; el internamiento en un establecimiento de trabajo, colonia agrícola o institución especial con absoluta separación de los demás; obligación de declarar el domicilio donde se residía o sumisión a la vigilancia. En 1970 fue sustituida por la ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, con aspectos muy similares a la anterior, pero que además incluía penas de hasta cinco años en cárceles o sometimiento a tratamientos de choque en psiquiátricos y manicomios para los homosexuales y demás individuos considerados peligrosos sociales para que se «rehabilitaran». Esta ley no fue aplicada en años posteriores, pero continuó vigente hasta su total desaparición en el 1995.

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Lamentablemente, esto no es ciencia ficción, es historia de España, es conocimiento de aquello que sucedía tiempo atrás, aquello que parece que ha quedado en el olvido, que las nuevas generaciones ya no tenemos en cuenta gracias a las libertades de las que actualmente disfrutamos, en lo que se refiere a cuestiones de orientación sexual. Contar todo esto en un escenario, con el peso y la importancia que los hechos conllevan, no es para nada una tarea fácil y, pese a todo, esa es la sensación que tuvimos desde el patio de butacas de los Teatros Luchana. Con una maestra de ceremonias dinámica, apasionada en su desarrollo, picante y muy divertida, Vaga y Maleanta es un espectáculo que narra todo este horror vivido en nuestro país, 45 años después, toda esa represión y persecución al colectivo homosexual como si de delincuentes se tratase. Un show cabaretero plagado de humor, música, improvisación, comicidad y mucha, muchísima verdad. 

¿Quién es la culpable de que, pese a esta terrible historia, el público salga cantando y sonriendo del teatro, recordando pegadizas melodías? Pues una espectacular y abrumadora Kiki Morgan, una auténtica artista de los tacones de aguja a la cabeza, como bien demuestra sobre las tablas. Paseando por el escenario con unos vertiginosos zapatos, esta travesti alocada nos deleita con su talento interpretativo a cada minuto del montaje, que maneja a la perfección. Dominando por completo el espacio, mantiene en máxima expectación a los presentes, ya sea con sus gorgoritos cómicos o con alguno de los escalofriantes testimonios reales que pudimos descubrir. Un monólogo sin nada a dejar en el tintero, sin pelos en la lengua y plagado de carcajadas. Enrique Montero, que da vida a Kiki Morgan, engalana la sala con su saber hacer y su brillante profesionalidad. 

Un montaje producido por la compañía Oniria Teatro que, independientemente de su éxito, colabora además con una fundación llamada 26 de Diciembre, focalizada en dar una visibilidad y cuidado a esas personas de tercera edad pertenecientes al colectivo LGTBIQ+, brindándoles un espacio donde continuar sin sentirse juzgados tras la represión vivida en su juventud.

El teatro es arte, pasión, disfrute, pero por qué no aprendizaje, historia y pasado. Vaga y Maleanta es una obra de teatro que, todos los que no vivimos esa oscura época pasada, deberíamos descubrir… Lo que nos sorprenderíamos si Franco levantase la cabeza… ¡Ya lo entenderéis! 


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