Siempre se ha oído mencionar eso de “con el pan no se juega”. Pero… ¿Cuál es el origen de tal sentencia? Allá por 1789, la subida del precio del pan en París echó a las calles a sus gentes en contra de los gobernantes. Corrió entonces el rumor de que María Antonieta habría sugerido a las gentes que, si les faltaba el pan, comieran pasteles. Sin embargo, y exactamente, con el pan no se juega y, la reina a consecuencia de su discurso, probó el filo de la guillotina en su cuello, por la osadía cometida, a manos de un pueblo más que hambriento. A día de hoy, pese a que ha dejado de ser el sustento clave de nuestra alimentación, sigue siendo igual de escuchado el refrán que viene a significar algo así como que no ha de tomarse a broma aquello que nos sostiene ni poner en peligro la forma de ingresos. Si lo analizamos desde un prisma más espiritual y lo trasladamos a lo religioso, sabemos que el pan se usa como símil al mencionar el cuerpo de Cristo. Por todo esto, deducimos su importancia. Y, ya que eso que nos alimenta no debe ponerse en riesgo, tampoco debemos permitir que nadie lo haga y tomar cartas en el asunto. O eso pensó el protagonista del montaje que hoy vamos a tratar.
El secuestro es un espectáculo teatral fresco, actual y, por desgracia, muy a la orden del día. Una familia que, sin entender muy bien por qué, de pronto se encuentra sin ingresos debido a que un grupo de políticos ha decidido comprar los locales en los que desempeñan su labor y dejarles con una mano delante y otra detrás. Fácilmente, podría ocurrirle a cualquiera. Y una vez que pasa, ¿qué hacer? Paco no tuvo duda alguna. Este padre coraje, a quien da vida el polifacético, elocuente y exquisito Carlos Chamarro, se niega a que su vida quede a la deriva si él puede evitarlo. Eso sí, quizá su manera para resolver el asunto en cuestión, no sea la más diplomática: ¡ha secuestrado al hijo del ministro! Como lo están leyendo. Y desarrollar una compleja tarea como esa, no es apto para principiantes. Su plan empieza a hacer aguas desde el inicio. El secuestrado, interpretado por un joven y chispeante Óscar Lasarte, tampoco ayuda ni lo más mínimo al pobre Paco. Todo se enmadeja aún más, cuando aparecen su hermana y su cuñado, encarnados por Diana Lázaro y Leo Rivera respectivamente. Los artistas, que devoran el escenario desde el mismo instante en que pisan las tablas, ayudarán o entorpecerán la misión, según avance la historia, eso sí, ganándose al público constantemente provocando en ellos sonoras y estridentes carcajadas continuas. Y es que Montse siempre ha sido muy autoritaria y decidida y Manolo… Más bien es sólo eso: Manolo. Y pese a la gravedad de los hechos, sin titubeos se embarcarán en dicha andanza ya que ellos también son otros perjudicados más del cierre del mercado en el que trabajan, porque el señor ministro, llevado a la escena por el fantástico Carlos Heredia, quiere hacer chanchullos con los terrenos.

Ágil, veloz y muy real, esta comedia a la orden del día, duelo escénico desternillante entre Chamarro y Rivera, está encabezada y dirigida por otro gran intérprete y, en este caso, dramaturgo como es Fran Nortes, el cual mostrará, a través de su creación, cómo somos movidos cual marionetas por tantos y tantas dirigentes como hay al mando de un barco en el que estamos subidos, pero del que carecemos el control.
Gracias a la escenografía del ingenio de Asier Sancho, el Teatro Lara de Madrid se colma de vítores y aplausos con un show con el que la audiencia se siente más que identificada, entras unas y otras carcajadas.

El tiempo vuela, así que no dejéis para otro día la función que podéis ver hoy, pero por favor, con educación y respeto… Contamos 3 móviles sonando durante toda la representación y no hay ni un solo día en que este hecho no se dé. Los actores son profesionales que muestran en su propia piel eso que quieren representar. No es tarea fácil, por favor, valoremos el talento, el esfuerzo y la dedicación: ¡callad los teléfonos móviles!