Tutankamón fue un faraón del Antiguo Egipto, que gobernó entre 1334 y 1325 a. C, hijo de Akenatón. Fue en 1922 cuando Howard Carter descubrió su tumba y restos, prácticamente como fueron depositados, durante otras excavaciones que se estaban llevando a cabo. El hallazgo atrajo la atención y la prensa de todo el mundo, lo que consiguió revivir la cultura egipcia y darnos a conocer de ella. Tras esa revelación, se habló de una maldición sobre aquellos que habían sacado a la luz los restos del faraón, puesto que, algunos de los implicados, fallecieron tras el hecho. Si quisiéramos contemplar alguna de las piezas de dicha excavación, o al menos la más destacable, como es la máscara funeraria de Tutankamón, tendríamos que visitar el Museo Egipcio de El Cairo donde está expuesta, y no está precisamente cerca, ni saldría barato.
Mucho más asequible económicamente y cercano que viajar a El Cairo, es acudir al Matadero de Madrid, un espacio de gran diversidad cultural y artística que nos brinda la fabulosa ocasión, de revivir el Antiguo Egipto, contemplar una réplica de la máscara del faraón o incluso, caminar por dentro de su propia tumba. La exposición inmersiva de Tutankamón, cuenta con innumerables efectos visuales y tecnológicos, para dejarnos llevar por todo su recorrido y adentrarnos así en la propia historia. 100 años han pasado del gran descubrimiento y, por tanto, es el mejor momento para revivir al gran faraón y saber un poquito más de cómo fue su vida.
De la mano del protagonista, desde su niñez, aprenderemos de él, su vida y los misterios que rodean a la cultura egipcia, desde las pirámides, a los abrumadores templos u obeliscos hasta sus leyendas y creencias religiosas, las historias de sus dioses y el transcurrir de sus días.
El paisaje del propio desierto bañado por el Nilo, nos acompañó en el recorrido, comenzando con una breve exposición de figuras y elementos que dejaba paso a una maravilla: nos sumergimos en un espacio de proyección de tamaño colosal, en el que aprender con la vida del faraón, contada por él mismo, su vida como su muerte, su transición a ese más allá, a ese otro mundo. Grandes efectos sonoros y visuales de lo más realistas nos dejaron anonadados contemplando todo lo que sucedía entre esas paredes. Creo que con lo que pasaba sólo allí, bien nos mereció la pena la experiencia. Pero la cosa no quedaba ahí: el espacio brinda la ocasión a todo el que lo desee de retratarse con el más puro estilo faraónico, en cualquiera de sus fotomatones. Para continuar, de nuevo la tecnología y la infraestructura nos permiten recorrer la propia tumba desde dentro de una forma de lo más entretenida y amena, para niños y adultos, y que sin duda os aconsejamos.
Como guinda del pastel, si es que no estaba puesta ya, la realidad virtual se abre camino en esta exposición inmersiva regalándonos unas sensaciones impresionantes: ser el propio faraón, ver a través de sus ojos, oír lo que él escuchaba y atravesar las puertas entre la vida y la muerte.
Sin duda, una de las mejores exposiciones que hemos visitado. Destacar que acudimos al mediodía, entre semana, un horario poco habitual de ocio y en el que no se dispone mucho tiempo libre, pero pese a eso, la sala estaba completamente repleta con una afluencia a rebosar… Por algo será, y lo entendemos… ¡Maravilla pura!