Por Silvia Zuleta Romano. Relato seleccionado para el martes, 12 de mayo de 2020, en el I Concurso de Microrrelatos «Hoy Madrid». Foto de Markus Spiske en Unsplash.
Sergio se miró en el espejo. Su tez pálida. El olor a fritanga que entraba por la ventana. Se peinó como pudo porque, de pronto, tenían sentido cosas que, hasta hace poco, eran superfluas.
Peinarse. Ponerse un vaquero.
Entrecerró los ojos. Estaba por salir al exterior. A la inmensidad de los bloques de edificios. Y, en un segundo, lo atravesó el pasado. El bocata de calamares cerca de Atocha. Aquel ruido incesante de cañas entrechocando en la taberna de abajo. Los gritos de la gente medio bebida.
Sergio empujó el portón y salió a la calle. Tapabocas. El andar apresurado del vecino.
Caminó unos minutos sin rumbo. Porque, en realidad, no había a dónde ir. El trino de los pájaros le pareció excesivo. La calle estaba vacía de coches.
Y de pronto la vio.
Ella. Sonriente en otros tiempos. Más rumorosos y populares. Porque ahora nadie tiene boca y, por lo tanto, ya nadie tiene sonrisa.
La miró buscándola desesperado. Aquella curva de su boca.
Pero ella pasó a su lado. Silenciosa y fugaz.
Sergio se paró en un escaparate. Rebajas de invierno. Unos guantes de lana. El barrio, detenido en un día de marzo.
Ya no era su ciudad.