Miss Matilda Dahl

Un buen propósito para este verano que se aproxima es cuidar la literatura, y aprovechando que está Matilda en la cartelera teatral, tengo un hilo del que tirar para sacar un texto a modo entrevista entre dos autores ingleses, Charles Dickens y Roald Dahl, a los que he hecho dialogar como un maestro y el aprendiz aventajado.

Cuando se conoce la historia de Matilda aumenta el Club Dahl, para todas las edades y condiciones. Siempre admiraré la impronta personal del escritor, de los que sabes quién es nada más empezar a leerlo. Y engancha. Fomenta la lectura. Un narrador diferente dispuesto a cambiar los cuentos. El escritor Roald Dahl es muy mirado con la infancia, la ve resolutiva y resuelta en esas situaciones mágicas en que la implica, que no siempre acaban de una manera conocida, convencional; muchos finales se solucionan con ese punto incomprensible, irreal que es lo que me gusta. Comienzo, nudo y desenlace diferente en Dahl… La historia puede empezar con un asunto más o menos cotidiano que tu razón, tu día a día, te llevaría a un final infantil previsible, pero el autor lo gira, descoloca al lector por cambiarlo. Y sigues leyendo, pasas las páginas por saber el cómo acabará, el cómo desembocará esa fantasía creadora.

¡Y qué creación de personajes! Siguiendo con la historia de Matilda que es una niña o futura mayor, frágil por fuera pero observadora, determinada, resuelta y a eso la ayuda su don sobrenatural, una coraza de estimulantes libros y el conocimiento que la aportan: desde sujetar un cocodrilo, la manera de abandonar la tierra pasando por embotellar un melocotón entero.

«You choose books I choose looks», esta frase se la dice la madre de Matilda a su hija y, lo que me he reído con ella por ser dos filosofías de vida enfrentadas. Los padres, adultos poco carismáticos, además de desplegar descortesía, malas maneras y mala educación, hacen que se les vea estorbos, por zafios, en la vida de Matilda. Están frustrados, sobreviven y lo peor es que nos podemos sentir reconocidos. Son tratados con mucha dureza, en general, los adultos en la obra infantil juvenil de Roald Dahl.

Además los competentes niños dahlianos defienden lo que quieren hacer, resistiendo el embate de los no tan competentes adultos que les atacan y subestiman. Desarrollan un instinto de supervivencia en su universo propio, que necesitan para su vida como socializar, comer, educarse. No nos cuestionamos si es posible porque en su espacio fantasioso de convivencia tiene cabida la comicidad, absurda y disparatada incluso, ocupando un lugar fundamental. Una realidad atravesada por el humor, un misterio que consigue interesar a todos los públicos, lectores actuales y los que están por venir.

Aunque puede parecer de niños esta literatura dedicada a ellos, esa magia, fantasía y aventura es para todos. Nos estimula, espolea nuestra curiosidad y leemos a un gran escritor que hace desfilar a personajes llamativos. En general, diría que los escritores que expresamente escriben para niños pueden considerarlos muy cándidos; por esto, las mejores obras para la infancia fueron las que se escribieron a otro público más mayor al que no tenían la intención de conquistar/de llegar a ellos.

Roald Dahl falleció hace 22 años. Su muerte causó conmoción en la sociedad inglesa y su recuerdo no se ha debilitado, y sigue nombrándose en el mundo literario, cine y compañías de teatro.

Dahl era miembro de otro club, el de Charles Dickens. Le veía como un gran escritor, aparte de ser un llamativo personaje cuya vida privada era como sus novelas, lleno de fuerza. Dickens tenía agudeza para ahondar en el alma humana, facultad de desdoblamiento y un personal sentido de la ambientación que hace que una página de este autor sea fácilmente identificable por un lector no dickensiano. Tuvo una poderosa mente, manera de ser y comportarse que llegaba a estar muy vinculada a su literatura. Esa admiración, de un joven Dahl hacia Dickens, la he plasmado en un ficticio diálogo. Y he conseguido una auténtica entrevista falsa, con sintonía y complicidad, donde reflejo la influencia que pudo tener la lectura de Dickens sobre Roald que llegó a decir que lo necesitaba y que, incluso aunque no se hubieran conocido, la dependencia se hacía notoria (hizo que Matilda leyese a Dickens y así no cae en el olvido, no dejamos de recordarle).

Un último detalle de admiración es que si el final de Matilda (en libro) acaba en España entiendo que es un guiño del alumno al maestro porque parte del universo dickensiano tiene tras de sí un pedigrí hispánico. Un joven Dickens descubrió en la biblioteca de su padre El Quijote, El Licenciado Vidrieras y Rinconete y Cortadillo donde descubrió que Cervantes se ríe mordiendo sin hacer sangre.


RD―Mister Dickens, cuénteme algo de su infancia y  adolescencia, de cómo se desenvolvía en un mundo de adultos.

Yo empecé a trabajar a los doce años, en 1824, por seis chelines a la semana, en una fábrica de betún para botas porque metieron en prisión a mi padre por sus numerosas deudas (más mayor entendí que fue por su poca cabeza). Poco después, una inesperada herencia llegó, pagó las deudas y salió de la cárcel.

Esto me permitió volver a estudiar pero a los 15 años estaba de escribiente –esta vez la responsable fue mi madre-. De esa manera aprendí taquigrafía y de ahí al mundo del periodismo fue fácil. Llegué hasta el Parlamento donde mis crónicas eran bien valoradas por ser fiel a las frases, tal cual las decían así las escribía, nada de manipulación.

RD Le agradezco que lo cuente porque a usted no le gusta hablar de su infancia, no ha trascendido al gran público y tiene ese halo de misterio. Pero para mí es un tema muy revelador porque el padre y la madre pueden complicarnos la vida y así voy dejándolo en mis escritos.

De nada, joven. Y más misterioso es lo que queda por desenterrar.

RD― Sigamos. Como periodista, cuénteme sus inicios.

En 1835 entré en el Evening Chronicle y me casé con la hija del jefe, Catherine. Pero ojo, lo que conseguí fue por mi trabajo no por ser yernísimo. Kate tenía dos hermanas, Mary y Georgina. Vivíamos todos juntos y después de separarme, Georgina siguió viviendo conmigo.

RD― Entiendo. Ya que saca usted el tema que sepa que ha pasado a la historia como mujeriego.

No es para tanto. Mi primer gran amor fue la hija de un banquero pero me rechazó por otro. No se lo perdoné y lo reflejé en David Copperfield. Creé un personaje inmaduro como Dora Spenlow pensando en ella. Y al final los casé.

No piense que soy un rencoroso resentido, también tengo buenos recuerdos de mujeres con las que tonteé y no acabé con ellas. Por ejemplo, la actriz Ellen Ternan. Entre las bambalinas del teatro teníamos escarceos o tomaba asiento en La Alcahueta, que me permitía esa proximidad a ella mientras representaba la función.

RD―Cambiando de tema, Mr Dickens, ¿le gustaba leer sus historias a un público?

Le veo informado, joven. Cierto, yo mismo leía mis propias historias, sin apenas cansarme, a un público variado. En su momento fui el escritor más popular de Inglaterra, llegando a cobrar nueve mil dólares por una sesión en Londres en 1867. Eran dramaturgias públicas y nadie estaba a mi altura. Ya ve que yo necesitaba el dinero y el reconocimiento público. Libras esterlinas, ego y aplausos me impulsaban.

RDYo también soy acusado de sentirme superior. La guerra en Líbano no me aportó nada. Quedé en shock. Me bloqueé. Pasado un tiempo, volvieron las ganas de escribir porque podía decir algoEscribí conectado a las emociones que produce la guerra, incluida la necesidad de no obviar la tragedia. Empleé la fantasía contra la violencia y así poder escapar de la realidad

Silencio de Dickens.

RD― Usted contaba historias que se podían encontrar en casa, no le gustaba los temas fantasiosos. Ahí discrepamos mucho. Incluso, llegaba a la conclusión de que el mejor final es la muerte de la protagonista femenina, sobretodo. Por eso se le ha llegado a catalogar de lacrimógeno.

Cierto. Soy de la creencia que un escritor nunca puede conocer lo que está escribiendo hasta que lo ha explorado. Un tema recurrente en mi obra es que se vieran las caras la burguesía con la clase obrera. Yo he vivido una revolución industrial donde familias de obreros vivían sórdidamente, enfermaban y morían. Tiempos de tuberculosis, de epidemias transmitidas por ratas… Incluso he llegado a describir tan bien un padecimiento circulatorio y respiratorio, relacionado con la obesidad excesiva, en Los papeles póstumos del Club Pickwick, que le dieron el nombre de  Pickwickian Syndrome.

Y como fantasía, si le parece bien, se puede tener en cuenta que el viejo Krook se convierte en humo y se funde con la sucia* niebla de Londres; esa niebla la convierto en otro personaje.

*Sucia por estar mezclada con hollín.

Y no olvidemos los fantasmas que muestran al malvado Scrooge su pasado, presente y futuro.

RD― ¿Cuáles son los límites?

El cielo, la imaginación y uno mismo

RD― ¿Ha tenido algún límite?

Mi imaginación dio de sí hasta que mi muerte, el cielo, llegó.

RDSeñor Dickens, yo trabajo con el ilustrador Quentin Blake que ha hecho esta ilustración situándonos en una confortable mansión inglesa de tres plantas, muchas chimeneas, ventanales acristalados, todo sostenido por una columnata cálida que le da a la casa una solidez victoriana de persona acomodada en la metrópoli imperial.

Yo empecé escribiendo para las ilustraciones de Robert Seymour. No al revés. Tras el suicidio de Seymour, trabajé para otro ilustrador. Pero en poco tiempo la situación cambió, mis textos mandaban sobre los dibujos. Mi primer éxito sería El Club Pickwick, por entregas mensuales… La propia reina Victoria las leía. De mensual pasó a semanal. Y así, con 25 años, me hice famoso y rico. En ese orden

RD―El dibujante Henry Furniss le retrató exhausto después de una de sus lecturas, y la verdad que no es de extrañar viendo la extensión de sus obras.

Bleak House, sin duda se lleva la palma. Y no solo por la extensión. También por la preparación previa. Otras las escribía sobre la marcha, ya que las iba dando por entregas. Buscaba un mayor número de personajes que reflejan mejor la sociedad, al ser humano y sus tipos. Creaba diferentes generaciones, lo que también tiene sus inconvenientes: es más complejo, con más tramas, más trabajo. Pero ha merecido la pena porque alguna novela ha llegado a convertirse en una verdad eterna; yo soy a la Navidad como Papá Noel y los Reyes Magos gracias a Christmas Carol.

RDMister Dickens, que sepa que su obra sobrevivió a las modas literarias. Es una obra que no sólo es un monumento de creación artística sino que representa una época y un país. Usted solo es una literatura, y ésta tiene un valor antropológico, un contenido testimonial. Su obra sirve para entender Inglaterra y aquella época.

El escritor más importante después de Shakespeare y el más leído. ¿Será mi talento o quizá mi genialidad suficientes para hacerme un hueco en este mundo de escritura tan jerarquizado?

Suspiros

En Marzo de 1870 presentí que mi salud no iba bien y leí Christmas Carol, despidiéndome de más de 3000 personas presentes. Y entendieron mi necesidad de ego y me enterraron en la Abadía de Westminster, junto a otros creadores con mucho fundamento literario y musical. Al final, ha servido para algo el cargar el insoportable peso de un talento descomunal.

¡Qué buena manera de acabar esta entrevista!


¿Por qué leer a Dickens y Dahl?

Ambos escritores tienes sus propios relatos autobiográficos (David Copperfieldd, Boy y Volando solo) donde no pierden de vista los problemas esenciales del oficio de escribir y demuestran claridad, sencillez, vivacidad, intención y sentido común. El gran escritor, en general, da la muestra de lo que es desde el principio. Dickens da toda su medida en Los papeles póstumos del Club Pickwick como Dahl en… Les dejo a ustedes la elección.

No me he leído toda la obra de estos dos escritores y no sé si ando muy perdida por querer sacar nexos entre ellos. Yo empecé a leer a Dickens antes que a Dahl y me encontré que R. Dahl tenía una narrativa dirigida a niños pero capaz de conmover e interesar a los más mayores y Ch. Dickens a la contra, sus niños en un mundo adulto despiertan el interés de lectores jóvenes. En fin, un regalo para todos.

Espero que disfruten de sus libros, si ya los conocen sabrán más de ellos, si no, es una buena manera de descubrirlos, de verdad que merece la pena. Estos dos escritores pertenecen al grupo de literatos cuyo trabajo y presencia fortaleció y nos fortalecen como sociedad.

Para ir terminando, he empezado con la infancia y termino con ella. Dahl y Dickens transmiten que las calamidades y desgracias no son un impedimento para salir adelante en la vida, lo que no es mal mensaje para los jóvenes. La vida es dura, se lucha y con voluntad se supera. Este es el recado que nos transmiten lo héroes dickensianos: Oliver, Copperfield, Pip, Martin… Que supieron desenvolverse, cual pícaros, en esos ambientes sórdidos de la Inglaterra preindustrial; Dickens cuenta algo particular pero juzga, denuncia a toda una sociedad. Dahl no se extiende tanto; con Matilda, Charlie, George plantea un mundo infantil extenso que se burla del mundo adulto bastante empequeñecido –siempre exceptuando a esa persona grande que les ayuda-. Dickens trabaja al ritmo social del momento, buscando extremos para concebir novelas. Dahl comienza y se deja llevar para descubrir otro mundo irreal que forma parte de ese instinto de supervivencia.

Nota de Patricia o de lo que me he enterado preparando este texto dominical

Está de actualidad la incorrección de Roald Dahl. Lo mismo ahora no le saldrían algunos libros porque no tienen los parámetros actuales, usa unos códigos con los que no nos identificamos; habría reticencias para aceptarlos. Se le critica que sus niños con sobrepeso son ridiculizados porque los considera víctimas y se ríe de ello (con ésto no hay cabida para el humor, hay que limitarlo), su desprecio a ciertos sectores editoriales y también su antisionismo. Esto me ha llegado escuchando a Todopoderosos: Roald Dahl | #TPDahl y leyendo a Espido Freire.

No sé si despojarle de toda esta polémica a la marca Dahl para centrar la atención en su valor literario, porque ahora mismo su nombre se está desvaneciendo entre estas controversias. También puede ocurrir que la desaparición física de un escritor no correcto afecte a la vigencia de su obra. De lo que no hay duda es que su impresionante biografía marca sus libros, tanto por sobreestima como para demérito, de tal manera que creo que nos tenemos que dar un tiempo para dejar al margen su personalidad y poder valorar objetivamente su literatura.


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