El amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín

Federico García Lorca, autor del montaje por el que hoy nos encontramos, fue un poeta, dramaturgo y prosista español perteneciente a la Generación del 27. Lorca tuvo la mayor influencia y popularidad de la literatura española del siglo xx y como dramaturgo se le considera una de las cimas del teatro español de la misma época. Escritor de piezas tan conocidas y galardonadas como Yerma, Bodas de Sangre o La casa de Bernarda Alba. Sin embargo, debido a la censura sufrida por las dictaduras de ese momento, la obra de la que vengo a hablaros, fue prohibida en la sociedad española de 1929 y posteriormente estrenada, en 1933. Una historia de amor y desamor abrumadora, contada en cuatro cuadros dramáticos y que fue ocultada en la sección de pornografía de aquel entonces.

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Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín muestra los sentimientos y pesares de Perlimplín, un hombre de su casa, al que le aterra el amor y el propio concepto del mismo por un trauma de infancia, que vive sus días apaciblemente en su casa junto a Marcolfa, su servicio. Ésta, será aquella que inculcará en él la necesidad de amar, pero… ¿A quién? Nadie mejor que la hija de su vecina, la dulce Belisa, delicada y estrepitosamente joven. Daba su próspera posición económica, la madre de la muchacha accede al matrimonio en el instante mismo de la proposición. Perlimplín, únicamente sentirá el fulgor de la pasión y el ardiente amor por ella, una vez la vea desnuda, a través de una puerta. La ama, la anhela, pierde la cordura por ella… Pese a que quizá, es la adorada mujer la que pierda el juicio o, más bien, el respeto a su marido, llenando su cama de otros hombres. ¡Cuánto duele el amor al no ser correspondido! ¡Lo que hiere la traición! Pobre Perlimplín… Que tendrá que hacer de tripas corazón, pues estando al corriente de todos los sucesos, continuará en su andanza matrimonial, entendiendo a su mujer, escuchándola y aprendiendo de todo ello para trazar su astuto plan de amor.

Nuestro protagonista no podría tener mejor ejecutor que el mismísimo Fernando Cayo que hace gala de su admirable capacidad actoral, su brillante puesta en escena y su espectacular dominio de todas las categorías artísticas, desde la interpretación, a la música o el color que toma su voz mientras canta, dominando las tablas con un saber estar apabullante. Acompañado, por supuesto, de la hermosa y sensual Carmela Martins en el personaje de Belisa, llenando el espacio con sus armoniosos movimientos, dulcificando el montaje y derrochando talento. Marcolfa está encarnada por una deliciosa Ana Belén Beas que es capaz de estremecer a todos los asistentes sólo con su gestualidad cargada de intención, siendo una brillante conductora de la historia y de cuanto en ella sucede. Absolutamente magnífica.

Música, voz, danza, interpetación… Un cóctel de arte, sentimientos e inteligencia que Triana Lorite ha conseguido con una espectacular dirección y adaptación de la preciada pieza escondida de Federico García Lorca. El Teatro Quique San Francisco obsequia a sus visitantes con este espectáculo para el alma en su maravilloso patio al aire libre. El 17 de septiembre diremos adiós a esta fascinante obra de teatro. Hasta entonces, disfrutar de ella será el mejor de los aciertos.


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