Las guerras de nuestros antepasados

Las guerras de nuestros antepasados

Hablar del escritor y novelista Miguel Delibes, es sinónimo de tratar sobre el éxito y el galardón, propiamente dicho. El vallisoletano, fue un hombre que afloró la literatura tras la Guerra Civil española, lo cual le hizo encumbrarse y acumular incontables menciones. Siendo Académico de la Real Academia Española hasta su muerte prácticamente, el literato recibió multitud de premios, incluido el Premio Cervantes y el Príncipe de Asturias de las Letras. Cierto es que su influencia va más allá de lo literario, ya que varias de sus obras han sido adaptadas al teatro o se han llevado al cine, siendo premiadas en certámenes, como el Festival de Cannes. Es por ello por lo que hoy vuelvo a reunirme contigo, querido lector, para tratar uno de esos escritos de Delibes que ha sido llevado a las tablas y… ¡Con qué tablas!

Las guerras de nuestros antepasados es una historia tierna a la par que desgarradora, protagonizada por Pacífico Pérez, un recluso que, sin embargo, cumple condena en un sanatorio a la espera de su inminente juicio. Este pobre hombre, no podría haber sido encarnado con más acierto por otro actor que como lo hace el inigualable Carmelo Gómez, con una puesta en escena exquisita, con la que empapa al espectador, de una forma agónica, de los pesares y de la mala salud de Pacífico, doblegando por completo a la audiencia a cada uno de sus parlamentos. Con oratoria brillante y talento desmesurado, el intérprete resolverá con inocencia y humildad todas las cuestiones que se le plantean, de manos del médico de dicho sanatorio: el doctor Burgueño, a quien da vida un Miguel Hermoso entregado, expectante y abrumadoramente impecable. Correcto, contenido y a la vez apesadumbrado, el médico nos regala un personaje que navegará entre los recuerdos del desdichado preso, desde su más tierna infancia, hasta ese mismo momento en que allí se hallan ambos. ¿Por qué no cuenta más? ¿Por qué no cambió la versión de los hechos? Pacífico tiene mucho que contar, haciendo gala de su especial nombre, y Burgueño mucho más donde ahondar.

Foto: Mikel MASA

Dos titanes del mundo de las artes escénicas comparten teatro para desembocar en un éxito rotundo que colgó el cartel de localidades agotadas, como era de esperar. Un público que se mantuvo alerta y atento cada instante del montaje. Un trabajo formidable que eriza los vellos de los que hemos tenido en placer de paladearlo. El Teatro Bellas Artes luce orgulloso el cartel de un show que, con buena base textual, roza lo divino con la aportación actoral. Mucho que ver tiene la espectacular dirección de Claudio Tolcachir, eso por descontado.

Foto: Mikel MASA

Apenas un mes para acudir a una cita que considero imprescindible si se ama con pasión el arte del teatro en estado puro. Pero, desde aquí, por favor, ruego encarecidamente a todos y todas los que vayáis a consumir teatro y cultura que, si se pide que se apaguen los teléfonos móviles o se pongan en silencio… Se haga. Por favor. Es una sola tecla. Algo tan simple puede ser grandioso en el momento adecuado. Hasta 4 teléfonos sonaron ese día. Que nadie olvide que, quien se halle sobre el escenario, es un profesional que está trabajando con un alto grado de concentración. Por favor, respetemos eso. Por ellos y por solidaridad con el resto de asistentes.

Id a verla, sería impensable perdérsela.


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