Ya llega, ya está aquí: ¡Ya llegó la navidad! Y en realidad sí porque los supermercados están llenos de turrón y los bazares repletos de decorados para la ocasión. Así que, para ir adentrándonos en la época, nos hemos acercado al Teatro Maravillas a ver Laponia: una desternillante comedia llena de valores, pensamientos y raciocinio que harán pensar a todos los espectadores entre carcajada y carcajada.
Cuando somos niños, las celebraciones navideñas son de lo más entrañables: las reuniones familiares, los incontables regalos, dulces y turrones, acostarse tarde… Todo un placer para los pequeños. Aunque si le damos la vuelta, si lo vemos desde el prisma de la adultez, igual no resulta tan maravilloso: reuniones familiares interminables, que suelen acabar en discusiones y broncas; incontables regalos… que valen una pasta y arruinan al mejor de los bolsillos; dulces y turrones, que ponen el colesterol por las nubes y los pantalones por las rodillas de lo que hemos engordado; acostarse más tarde de lo habitual, muerto de cansancio de tanto preparativo, tanta comida y tanta bebida… y acabar la temporada estival como si nos hubiesen pasado por encima un flota de camiones de la basura… ¡Pero cargados! Lo que yo decía, que tan maravilloso no era… Por tanto, quedémonos con la visión infantil que es lo bonito y lo que da vida a la trama de Laponia.
Para las fiestas navideñas Mónica, encarnada por una brillante Amparo Larrañaga, junto a su marido Ramón, al que da vida el fabuloso Iñaki Miramón, y su pequeño Martín, viajan a Finlandia a disfrutar la época estival junto a la hermana de esta. Allí les esperan Nuria, la hermana, interpretada por Mar Abascal con gran acierto y su marido, Olavi, llevado a escena por un perfecto Juli Fábregas, el culpable de que ambos se encuentren en esas frías tierras. Ambos, con su pequeña Aina, recibirán a los invitados para las fechas tan señaladas. Martín acude con gran ilusión ya que va a las tierras de Papá Noel y eso le hace pensar que podría llegar a conocerlo en persona, todo un sueño para él. Cuál fue su decepción, cuando se entera que no será así, es más, Aina le dice que ni siquiera existe: se trata de un personaje inventado por los adultos… Quizá para que los pequeños se portasen bien. Este suceso desembocará en el mayor de los conflictos en que, los culpables de la situación, los adultos, debatirán sobre verdades y mentiras, lo correcto e incorrecto y lo que está bien o no. Eso sí, no olvidemos que, en las reuniones de familia, los trapos sucios nunca desaparecen, por tanto, añadamos este ingrediente al cóctel y… ¿Qué tenemos? Un espectáculo teatral tronchante que dará mucho que pensar y mucho que reír.
Cristina Clemente y Marc Angelet son los autores de tan brillante texto, que no dejará indiferente a nadie, con la que evolucionar minuto a minuto, entrando en la moralidad y la ética de cada personaje y, quizá de cada uno. ¿Hacemos bien en mentir a los niños? ¿O lo hacemos por su bien, su ilusión, esas mentiras piadosas que mantienen viva la magia de la navidad? En la dirección, Tamzin Townsend con un fabuloso trabajo a sus espaldas, contando con una gran calidad interpretativa por parte de todo el elenco. Laponia hace reír, hace pensar y, un poquito, nos hará volver a esa magia navideña que tristemente perdemos al crecer.
Sonido envolvente, efectos de luces que nos harán creer que estemos en el mismo Finlandia disfrutando de sus bellísimas auroras boreales, nos dejaron con la boca abierta y ganas de más. Desde aquí nuestra felicitación a todo el equipo técnico.
Nuestra más sincera enhorabuena a todos los integrantes de Laponia, porque realmente mereció la pena ir aterrizando en la época navideña con tan buen sabor de boca y tantísimas risas… ¡Y no sólo lo pensamos nosotros! Al finalizar la función, prácticamente todo el patio de butacas, en pie, entre vítores y aplausos nos daba la razón.