¡Mamma mía! Menuda revolución. Vuelve un éxito del teatro musical a nivel mundial. Un espectáculo para prácticamente todos los públicos, ya que los más pequeños de la casa quizá aún no tengan edad, que revoluciona allí donde va, dejando huella, ritmo y butacas plagadas de bailes y sonrisas.
Mamma Mía inicia su segunda temporada tras una primera ronda que fue apoteósica. El show que ya han visto por todo el mundo más de 65 millones de espectadores, sigue llenando en sus funciones y provocando el éxtasis en sus asistentes. Un musical jukebox, que para quien no conozca el término, hace referencia a una obra o película de teatro musical que utiliza canciones previamente publicadas como su banda sonora. Concretamente, basado en los 23 temas más populares del conjunto sueco ABBA, una formación de música pop que toma su nombre de las iniciales de sus integrantes: Agnetha Fältskog, Björn Ulvaeus, Benny Andersson y Anni-Frid «Frida» Lyngstad. Con música y letra de los mencionados Björn Ulvaeus y Benny Andersson y con libreto de la dramaturga británica Catherine Johnson, Mamma Mía ha acogido a más de 300.000 asistentes en su primera temporada en el impresionante Teatro Rialto de Madrid.
Sophie, la dulce hija de Donna, se casa con Sky, a quien da vida fabulosamente Gallo Ryan, y como no podía ser de otra manera, pretende celebrarlo a lo grande en el idílico paraíso griego donde viven, en la pequeña isla que es su hogar. Todo va sobre ruedas, ambas están emocionadísimas por el evento, pero la verdad es que a la protagonista del acontecimiento le falta algo, o más bien dicho, a alguien: Sophie, que fue interpretada por una brillante y deliciosa Gina Gonfaus, necesita a su padre entregándola en el altar el día de su boda. Y… ¿Cuál es el problema? Tan sólo hay un inconveniente… Que no sabe quién es. Rebuscando entre las cosas de su madre, un viejo diario de juventud le da la clave: tres posibles opciones. Pero, ¿qué hacer si no sabe cuál es su progenitor? Fácil. Invitar a los tres a su boda porque ella está completamente segura de que cuando los vea, sabrá quién es el indicado. O no. Donna, encarnada en nuestra visita poruna radiante y absolutamente magnífica Beatriz Ros, se llevará la mayor de las sorpresas al ver allí, en su hogar, a los tres hombres que dejó en el pasado hace nada menos que 22 años. ¿Ellos? Sam, un artista dueño de los planos del hotelito que la mujer dirige, llevado a escena por Víctor Maassán que vuelve a regalarnos su prodigiosa voz; Harry, un banquero formar y organizado antigua leyenda del punk, interpretado por el divertidísimo Carlos de Austria; y Bill, un mochilero y escritor bohemio que pertenece a todo el mundo y que está deseoso de correr aventuras, eso sí, en soledad, como él ya ha decidido… Joan Olivé fue el encargado de regalarnos este maravilloso personaje y trabajo.
Pero una no puede organizar una boda y cargar con el peso de todo sin siquiera un hombro en el que descansar, por ello, tanto Sophie, como Sky, como la propia Donna, estarán muy bien rodeados de las amistades más especiales. ¿De Sophie? Lisa y Ali, sus inseparables, encarnadas por Elena Díez y Jennifer Lima respectivamente. ¿Sky? No podía acudir a una cita de ese calibre sin la compañía de Pepper y Eddie, llevados a escena por Fran Moreno en primer lugar y Pep Guillem en segundo. ¿Y Donna? ¿Cómo iba a estar ella sola acarreando con el trabajo del hotel y de la organización del enlace? Las integrantes del popular trío de juventud, las Dinamons, no iban a perderse un día así. Dos actrices impresionantes nos dejaron con la boca abierta al representar a estas jóvenes, que ya dicen no serlo tanto, y que están llenas de vida: la divertidísima y contundente Rosie, de la que se encargó Inés León haciendo un trabajo increíble; y la sexy, atractiva y muy pícara Tanya, hecha realidad por una Mariola Peña que llenaba el escenario con su planta y su arte.
Sin duda, son innumerables los elementos de este cóctel que hacen de Mamma mía un deleite para el que decide dejarse caer por allí. Y no solo se puede disfrutar de un impecable espectáculo musical con unas coreografías de vértigo perfectamente coordinadas, de una calidad vocal brillante o de efectos y decorados majestuosos, no. Si así lo desea, el público podrá tomarse un mojito o algún que otro caprichito en esa isla griega en plena calle Gran Vía de Madrid. Todo un lujo de manos de la productora SOM Produce y del director Juan Carlos Fisher.
Más que recomendable una experiencia mágica que consigue que todo el público del Teatro Rialto rompa en aplausos y vítores y hagan del patio de butacas una pista de baile improvisada en el que la fiesta no acaba.