Embrujados con El Lazarillo de Tormes

Bien conocida es la picaresca española de la que hace buen uso el protagonista de la historia que hoy nos reúne. Gracias a ella y a su astucia, ya en 1554, el Lazarillo pudo sobrellevar los devenires que la vida le brindaba en su intrincado recorrido. El escrito, al cual hago referencia, es un texto anónimo, escrito en primera persona de forma epistolar y ambientado en Toledo y Alba de Tormes. Un clásico de la literatura del que nunca dejaremos de sacar jugo y sustancia. Fue Fernando Fernán Gómez el autor de la versión que hemos podido paladear que, con gran tino y acierto, revela los detalles más explícitos y muestra la esencia más impoluta del propio libro.

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El Lazarillo de Tormes lleva años y años siendo motivo de enseñanza para jóvenes y no tan jóvenes, ya sea de forma leída o interpretada como es este caso. La novela narra la historia de un muchacho bueno, Lázaro, que para su desgracia queda huérfano y debe unirse a algún hombre que servir para poder sobrevivir. Con el tiempo y a base de golpes y escarmientos, el niño aprenderá la picardía necesaria para continuar vivo y no morir intentándolo, sobre todo, de hambre. Aventuras duras que con sabio entendimiento nos hizo llegar el intérprete de esta pieza.

Rafael Álvarez, más conocido como El Brujo es el actor y dramaturgo cordobés que nos deleitó encarnando a un Lazarillo vivo entre los espectadores. Con un dominio absolutamente magistral del espacio y de su puesta en escena con la que creaba todo aquello que deseaba al ojo del público, el artista llenó el teatro de magia y talento. Una pieza que forma ya parte de su propia esencia, puesto que ya son más de 25 años realizando un delicioso trabajo como este.

Humor, ácidas y divertidas críticas a unos y otros e incluso su propia opinión o vivencias fueron elementos que salpicaron gratamente el show que Rafael Álvarez defendió con espléndida labor. Casi dos horas de monólogo que provocaron incontables carcajadas a los asistentes y que dejan marca de una trayectoria tan impecable y brillante como lo es la de El Brujo. Sin siquiera descanso, un solo hombre sobre las tablas, sin escenografía y apenas atrezo, mantuvo viva la atención de todos los que tuvimos el placer y privilegio de degustarle en lo más alto.

Foto: Mikel MASA

El Teatro Alcázar Cofidis de Madrid, y hay que decir eso de Cofidís, el propio actor explica por qué, acoge un clásico de lo más actualizado y a la vez cargado de todos sus matices originales. Pocas son las funciones que el intérprete nos brinda de este Lazarillo, pero merece la pena escapar unas horas de las ajetreadas vidas para hacer un alto en el camino y tomar un respiro de la mano de un dramaturgo tan fabuloso como es Rafael Álvarez, El Brujo.


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