La cena de los idiotas

En primer lugar, lo más importante… ¿Qué es un idiota? Según el diccionario “que es poco inteligente o que molesta a alguien con lo que hace o con lo que dice”. Bien pero, ¿dónde está la medición que determina la idiotez e la gente? Sí, es decir, ¿qué hay que cumplir o no para saberse idiota y cuánto? Porque si no tenemos como estipularlo, quizá sea una apreciación subjetiva de los ojos del que observa, sin percatarse, que el propio observador podría ser un idiota superior.

También te recomendamos...

Dicho así, es enrevesado y poco claro, pero para matizarlo con embriagadora perfección, podemos deleitarnos con La Cena de los Idiotas, una comedia teatral que, aparte de sacarnos de dudas, también nos sacará una infinidad de sonrisas. El montaje, es una fascinante muestra de la obra teatral del francés Francis Veber, dirigida con soberano acierto por un Josema Yuste maduro y cultivado que tiene mucho que aportar al espectáculo, incluso por su propia experiencia en él, ya que tiempo atrás, formó parte del elenco de actores protagonistas de este desternillante show. 

Si el texto es bueno, buenísimo; si el director lleva décadas entregando su vida al humor y a la interpretación cosechando éxitos incontables; y si el reparto es de una calidad suprema… Los ingredientes serán los perfectos para paladear un conjunto de lo más exquisito. Tres monumentos de la comedia y la risa se dan cita entre los actores que participan en esta cena de los idiotas. Carlos, a quien da vida Juanra Bonet, será ese “hombre inteligente” que, con mucho gusto, seleccionará e invitará a una suculenta cena a un completo idiota. Al actor ya le hemos visto cómodo ante las cámaras durante muchísimos años, pero he de decir a título personal, que si la televisión es su casa, el teatro es su apartamento de la playa, si se me permite el chiste. Soltura, realismo, naturalidad… Sólo los espectadores eran marcador de que aquel hombre no se encontrase en su propio salón. Interpretación brillante. ¡Qué decir del pobre seleccionado! Ese supuesto idiota, un artista que recrea, con cerillas, monumentos conocidísimos a tamaño reducido, el inigualable Agustín Jiménez. Diré que me cuesta ser franca y objetiva con su trabajo ya que sigo su trayectoria profesional hace años y cada vez me gusta más su trabajo y podría decirse, que no estoy siendo realista en mi opinión, pero nada más lejos de la realidad, puesto que cada añadido positivo que pueda darle quedará corto a lo que vieron mis ojos. Un Agustín al que no estamos acostumbrados a ver, nada parecido a su personaje de stand up. Sobre las tablas degustamos su impecable actuación, su saber estar en absolutamente cualquier parte de la escena, la empatía que podía llegar a generar en el público… y repito que no lo digo yo, o no solo yo, porque la sonora ovación que recibió fue de lo más merecida. Otro grande, inmenso, el genial David Fernández. Risas y más risas siempre van de su mano. Desempeñando personajes completamente opuestos es capaz de atrapar al mismo público. Ya sabéis, a veces a uno le caen bien un personaje por el motivo ajeno que sea… Pues David conseguiría ser el asesino de una trama y aún así, ser el predilecto del auditorio.

Tres gigantes muy bien acompañados con las puestas en escena de Esther del Prado, Irene Hernández y Alberto Chaves que, a la contra de quedar ensombrecidos por los talentosos hombres que los acompañaban, supieron brillar con luz propia y destacar como merecían.

El Teatro Amaya de Madrid acoge esta fantástica historia, llenando sus butacas y paredes de la mayor cantidad de risas posible. Un espacio prácticamente a rebosar que puede cambiarte por completo. Si has tenido un mal día, no hay mejor opción que visitarlos… Y si tu día está siendo redondo, ¡nada mejor para ponerle el broche!

Sin duda alguna, todo un acierto para nuestro sentido común y sentido del humor.


Plan relacionado

Ver más planes en Madrid

También te recomendamos...